jueves, 12 de marzo de 2015

¿qué pasó con alonso?

Esta noticia viene muy bien para el tema que estamos viendo en clase de la electricidad, tanto en 2º como en 3º de la ESO.
La leeremos en clase y comentaremos al respecto.
Noticia sacada de 20minutos.es
Debo empezar aclarando que no tengo la menor idea sobre Fórmula 1 y que no soy seguidor de este deporte, si es que puede calificarse de tal sin que rechine la pantalla. Pero la semana pasada leí algunos titulares de prensa en los que un expiloto declaraba que Fernando Alonso había sufrido “una descarga de 600 vatios”, e imagino que tal vez algunos aficionados con cierto conocimiento habrán barruntado que al asturiano se le estaba tratando como si fuera una tostadora o una batidora, ya que el vatio es una unidad de potencia.
En efecto, afirmar que alguien es víctima de una descarga de 600 vatios no dice absolutamente nada. Es una cifra vacía, un dato de por sí completamente irrelevante, tanto como si escribimos que un hombre de 80 kilos sufrió una caída o que un coche de 200 caballos se estrelló contra un muro. Lo realmente importante sería saber desde qué altura cayó el hombre, si fueron dos metros o doscientos, o a qué velocidad circulaba el coche, si a dos kilómetros por hora o a doscientos.
En cuanto a la electricidad, suele decirse que son los amperios los que matan. Lo que realmente determina la gravedad de una descarga eléctrica, la diferencia entre el calambre y la electrocución, es la intensidad de la corriente que recorre el cuerpo de una persona, una magnitud que se mide en amperios. Pero siendo así, ¿por qué siempre se habla de las descargas en voltios y no en amperios?
La respuesta es que, cuando alguien sufre un accidente con una instalación eléctrica, el único parámetro conocido y objetivable es la tensión o diferencia de potencial en la línea. Este es un valor fijo; por ejemplo, 12 voltios para la batería de un coche, 230 voltios en el caso de un enchufe casero, o entre 1.000 y 400.000 voltios para las líneas de alta tensión.
En cuanto a la corriente (los amperios), podemos saber cuál es la que lleva el cable; pero si nosotros nos añadimos al circuito, lo importante es la intensidad que atraviesa nuestro cuerpo, y este no es un valor constante para todas las situaciones. Podemos calcularlo gracias a la vieja y fiable Ley de Ohm:
V = I × R
Es decir, la diferencia de potencial o tensión eléctrica es igual al producto de la intensidad por la resistencia. Por tanto:
I = V ⁄ R
Así, para calcular la intensidad, los amperios, no solo necesitamos conocer el voltaje sino también la resistencia, que se mide en ohmios. La resistencia mide la oposición del material al paso de la corriente; un metal como el hierro, que es buen conductor, tiene una resistencia mucho menor que un aislante eléctrico como la goma o el cristal. El cuerpo humano es un mal conductor de la electricidad, sobre todo la piel, pero su resistencia varía enormemente en función de que esté seca o mojada. Algunas cifras que se manejan hablan de que un cuerpo humano seco puede tener una resistencia de unos 100.000 ohmios, descendiendo a solo 1.000 si la piel está humeda.
Esta diferencia de resistencia puede ser cuestión de vida o muerte si sufrimos una descarga eléctrica. Así ocurre cuando estamos secos:
I = V / R = 230 / 100.000 = 0,0023 A = 2,3 miliamperios (mA)
Una corriente de 2,3 miliamperios nos produce un simple calambrazo. Veamos, en cambio, qué sucede cuando estamos mojados y nuestra resistencia se desploma hasta los 1.000 ohmios:
I = V / R = 230 / 1.000 = 230 mA
Aunque los daños dependen del tiempo que dure la descarga, una corriente de 230 miliamperios provoca fibrilación ventricular, daños nerviosos, contracción muscular y, probablemente, la muerte.
En todos los casos, hay que tener en cuenta que sufrimos una descarga eléctrica porque abrimos a la corriente una vía de paso a través de nuestro cuerpo; la electricidad nos atraviesa porque encuentra una diferencia de potencial y corre para nivelarla, del mismo modo que una pelota rueda cuesta abajo para reducir su energía. Por eso tocar una línea eléctrica con una sola mano llevando suelas de goma es infinitamente más seguro que hacerlo con los pies descalzos, especialmente si están mojados. Y por esta razón un pájaro puede posarse en una línea de alta tensión sin sufrir ningún daño, ya que sus dos patas se encuentran al mismo potencial y la corriente no encuentra ningún motivo para atravesar su cuerpo.

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